Pensaba en cada vicio que me diste.
Uno nuevo cada día en mi repisa.
Recordándome aquel día en que te fuiste
muy despacio, sin razones y sin prisa.
Mi repisa, sin ti, se ha ido vaciando.
Mi corazòn, igual, perdió sus contenidos.
En la noche, como yo, te está añorando.
De mañana, como yo, está sin sentido.
Y tus vicios aunque dulces no son sanos,
como el vicio de tu amor, que me envenena.
Y aunque muera por sentirte entre mis manos,
moriría si te tengo por condena.
Lo curioso de ese beso,
entre tantos que nos dimos,
es que suelo recordarlo.
Lo curioso de ese beso,
que tú y yo nunca escribimos,
es que no puedo borrarlo.
Tomé notas al aprender a amarte.
Sé que odias las sabanas desordenadas por miedo a lo que se pueda esconder debajo, que prefieres los huevos fritos y que si te toco la mejilla izquierda al levantarte sientes como el mundo se desmorona bajo tus pues. Por eso duermo en el lado derecho de la cama.
o
Los astros me enseñaron que aprender a amar tiene más de paciencia que de dedicación, y que por cada amor que se olvida más difícil es aprender uno nuevo.
o
¿Cómo contar con los dedos de mi mano
las veces que te pìerdes en la calle,
los tantos “quédate no será en vano”,
los miles de “ya vete y no me falles”?
Podría aportar a que en cualquier esquina
ya te conocen hasta de memoria,
y que con cada cuento que terminas
le vas restando un poco a nuestra historia.
Pero el tiempo es terco y el corazón condena.
Hoy te quiero decir que, con todo y eso,
una vida sin ti no vale la pena.
Lo que nunca fue tan fácil
fue decir que te quedaras,
que yo nunca quise herirte,
recordarte que me amabas.
Aunque te fuiste y dejaste
en mi cabeza un recuerdo,
entre mis labios un beso,
ante mis ojos tu sombra.
Sé que de ti lo importante
es revivir los momentos,
cuando en ti vivía el fuego
que incendiaba esa boca.
Todo esto, incluido sabiendo
que hoy, a pesar de todo,
apagas el fuego y, de paso, la luz al salir.
Día 766: La nave ya no aguanta otra tormenta. Se avecina la peor que me ha tocado. Te dedico mis viajes y mis letras, aunque jamás las leas, aunque yo no viva para entregártelas. Aunque el mar se trague todo lo que soy, espero no todo lo que fui.
o
Ahora que no puedo hablar me tiembla
El pulso en cada letra que no escribo
La boca en cada carta que salivo
El aire que malgasto en que me entiendas
Ahora que no puedo hablar le exijo
a tu rutina y a la mía que se encuentren.
Y en ese día, mis párpados, si practico suficiente.
Aparente un honesto regocijo.
El día en el que te fuiste me dejaste con la comida servida, con tu lado de la sábana en la cama deshecho, con la ropa sucia en el suelo, con los platos sin lavar. Y, ahora, que por fin he puesto mi casa en orden, quieres volver y seguir como si aún te quedaran cosas por recoger, como si aún hubiese algo pot limpiar o como si regresar no fuera volver a desorganizar.
o
Y aunque dolió, volvería a tenerte una y mil veces.
Te tuve entre mis manos, luego huiste.
Estuve entre tus besos y escapaste.
Te di mi corazón y te perdiste.
Entiendo que tal vez tú no me amaste.
No espero me entiendas, solo quiero
que tengas en tu mente a este poeta.
Que vuelve una vez más a ningún miedo.
A pedirte, por favor, que te arrepientas.
Regresa entre las sombras si eso quieres.
En lluvia, niebla o viento si prefieres.
Pero vuelve.
Regresa en quince años si te place.
En doscientos si prefieres esperarte.
Pero vuelve.
Entiendo que jamás podrás amarme.
Me conformo con el verte y saludarte.
Pero vuelve.
Fue una mañana cualquiera. El amanecer coloreaba la luz que se colaba por mis persianas. Te ví dibujada en la pared, hecha de luz. Quedé marcado. Cada mañana te busco, ahora abuso de las alarmas. Espero que el amanecer me vuelva a regalar tu prescencia.
o
Sé que fuiste el punto y coma
de mis noches de soneto.
Que bailaste entre las notas
de mis suaves boleros.
Pero te has quedado corta.
Lo de “musa” no te queda.
Entre engaños quedan rotas,
como copa que se estrella,
tus miradas que me roban,
tus caricias que me encierran.
Sé que mientes en mi cara;
ruego a dios, no te detengas.
Prefiero un día, una mañana,
-sin adioses, por sorpresa-
ver que faltan tus llamadas,
que te has ido y no regresas.
Al nuevo yo ya no le gustan los espejos,
pues me hacen ver que lo que fuimos fue hace días.
El nuevo yo te quiere menos que el yo viejo
y se ha moldeado más a lo que tú querías.
Al nuevo yo sí le has fallado cuando el frío
ha coincidido con las noches indormibles.
El nuevo yo preserva un corazón baldío
que ante tus ojos sueña ser reconocible.
Nuestro amigo en común fue el azar.
¡Pero qué fiel y divertido es el azar!
Que te interpuso sin piedad en mi camino.
Que me enseñó que no me tiene que importar
que no me entienden si tú y yo nos entendemos.
¡Pero que cruel e incomprensivo es el azar!
Si bien es cierto que por él nos entendimos.
Esta es la noche en que me acuerdo de olvidar
todos los besos que en Madrid nunca nos dimos.
Si te vas que sea pisando fuerte y tirando la puerta, que te inventes errores que no admitiste y que no tuerza a mis ojos tu belleza.
De lo contrario, no tendré a que aferrarme si me dejas, no tendré a quien culpar porque te fuiste y no tendré en que pensar si no regresas.
o
Si mi instinto no me falla,
lo mejor es no acercarme,
que mi cuerpo no se arme;
no escogerte mi batalla.
Pero es tan sólo lo nocivo,
y junto antes de la muerte,
que me urge conocerte
para ver que si sigo vivo.
Y aunque busco un buen consejo,
no he hecho caso quién lo dé.
Después de todo, lo que sé
es por diablo, no por viejo.
No logro acordarme de esa noche en bar,
de tus zapatos que tanto pisaba el bailar,
de ese beso, perdido, marcado en tu copa
que nunca encontró su camino a mi boca.
No logro acordarme de esa noche en el bar,
y aunque admito que dudo si fuiste real,
dos testigos, la luna y un perro en la calle
confirman que no me soñé los detalles.
Quiero pensar que el destino cumplió sus deberes.
Voy a descubrir quién eres.
Un recuerdo de ti no me basta.